Volveré con mis ojos de pediatra

En cuanto llegasteis los tres a la Maison des Bebes supe que la pediatra eras tú, me confesó un día dos meses más tarde, mientras descansábamos tras una jornada agotadora en el consultorio improvisado de Tounvré. Recuerdo que traías tu falda de tonos rojos, el pelo alborotado y detrás de esas gafas, tus ojos de pediatra.

Ese primer día yo llegaba fascinada y cautelosa a la ciudad norteña de Costa de Marfil, Bouaké. Fascinada porque iba a vivir unos meses en ese continente al que desde pequeña quise ir, el hogar de esas aldeas color tierra en las que otros niños corrían desnudos y tostados completamente por el sol. Y cautelosa porque, si bien no era mi primera vez como cooperante en África, sí era mi primera vez como pediatra. Cuando recuerdo el proceso emocional que atravesé desde los meses previos a terminar la residencia hasta el momento en que tomé la decisión de marcharme, me invade una sensación de satisfacción y conciliación conmigo misma. No me resultó fácil dejar atrás a compañeros que firmaban sus contratos de trabajo, a mi amama (abuela, en euskera) con sus manos longevas y a la incertidumbre de lo que encontraría a la vuelta, pero al igual que otras veces que he atendido las necesidades de mi alma, la recompensa terminó superando con creces mis expectativas.

Entre mis mayores triunfos se encuentra el haber conocido a Constant. Aunque fracasé al no conseguir convencerle de que se especializara en pediatría. Prefiero ser cirujano; no soportaría recibir a un niño moribundo y no poder ofrecerle un tratamiento porque la familia no lo puede pagar; si un paciente llega al quirófano, es porque ya ha superado esos obstáculos y entonces, yo puedo realmente hacer algo por él. He visto a compañeros pediatras sacar de su bolsillo unas monedas para dárselas a una madre y llamar al siguiente paciente sabiendo que ya sólo le quedan un fonendo y los bolsillos vacíos. Yo no podría vivir así. En África ningún médico quiere ser pediatra.

Constant y yo fuimos más que colegas. Cuando volvía de sus guardias quirúrgicas en el hospital de la ciudad, se pasaba por la consulta de pediatría y me echaba una mano. Él me explicaba los entresijos de cada etnia, de los antipalúdicos y del mal de ojo, y yo intentaba esquematizarle los conceptos pediátricos más efectivos para cuando yo me fuera. Entre niño y niño, entre clases de puericultura y reposición de farmacia, compartíamos nuestras inquietudes profesionales y personales, nuestros fantasmas y ensueños. ¿Sabes, Gisela? Nunca imaginé que podía tener una amiga mujer. Aquí eso no es muy habitual. Pero tú eres mujer, y eres una gran amiga para mi.

El día en que viví el momento más angustioso de mi vida, Constant estuvo a mi lado para brindarme su ayuda en mis intentos desesperados porque el hambre no le arrancara el aliento a aquel niño. También estuvo conmigo para calmar mi desolación cuando la madre cargó el cuerpo ya sin vida a su espalda y nos dejó con un gracias.

Sé que si voy a casa de mis padres, me encontraré la ornamentada tela que me entregó solemnemente con la orden de regalársela a mi padre al volver a casa Dile que es de mi parte, en agradecimiento por haber tenido una hija como tú y haberte permitido venir con nosotros.

Hace un par de meses chateamos durante media hora lamentándonos de vivir tan lejos, soñábamos con la posibilidad de volver a vernos algún día en Costa de Marfil y me contó con orgullo que estaba trabajando duro en su tesis He pensado que te la voy a dedicar a ti, me siento muy afortunado por haberte conocido y quiero que sepas que jamás te olvidaré.

Hoy me han llamado desde Bouaké para contarme que Constant ha muerto. Que aparentemente se complicó su operación de apendicitis. Que ya no va a poder terminar su tesis. Que su esposa está muy afectada y que mejor llamo otro día para hablar con ella. Que su hija, como tiene tres años, al menos no se entera bien de lo que pasa. Que le enterrarán el sábado.

Ya sabes que yo tampoco te olvidaré jamás, Constant. Que me quedo con tu ternura, tu tesón, tu solidaridad y tu compañerismo, tu risa y tu mirada templada.

Será difícil sin ti, amigo, pero te prometo que volveré con mis ojos de pediatra a Costa de Marfil y me aseguraré de que tu hija entienda un poco mejor a través de mis recuerdos, que tuvo un padre maravilloso y que la amaba a ella más que a nada en el mundo.

Gisela Muñoz, 13/11/2012

Sirva la música de Ismäel Lô, su L’Amour A Tous Les Droits, de compañera para este sentido homenaje, porque el amor tiene todos los derechos, y nosotros todos los deberes (no disponible para dispositivos móviles de forma ajena a mi voluntad).

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7 respuestas a Volveré con mis ojos de pediatra

  1. Karmele Diez dijo:

    Después de conocer a Constant a través de tu relato tampoco los y las que hemos tenido el privilegio de leerlo le olvidaremos.
    Un abrazo

  2. Carmen GR dijo:

    Que injusto es el destino. Con todo el bien que podría haber hecho. Trasmite mis condolencias a su familia.

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