En la línea de la entrevista sobre hogares funcionales publicada la semana pasada, esta semana os traigo otra historia de otra mujer con quien el trabajo ha hecho que me cruce. Es madre de dos niños del cupo (a punto de reincorporarse al trabajo tras una excedencia de 19 meses en total), y además trabaja en un Centro similar al hogar del que os hablaba la semana pasada, si bien en este caso regentado por una comunidad de religiosas (y concertado con la Diputación). Trabajan fundamentalmente en tres áreas separadas, 0-5 años, 5-10 años y mujeres adolescentes. Disponen, además, de una vivienda de veraneo cerca de la costa (ventaja que toca pagar con la dependencia del transporte público o el vehículo propio y el sistema de retención infantil (SRI) correspondiente: aprovecho para citaros las recomendaciones para profesionales de la salud que atendemos niñ@s en torno a la prevención de lesiones por accidentes de tráfico, donde aparece una guía de los SRI indicados).
Es una gozada tropezarte con gente cuya disponibilidad a colaborar es inmediata… Muchísimas gracias. Confiesa que su trabajo le hace valorar de forma especial todo lo que comporta su maternidad, dando importancia a lo que la tiene… Concertamos una entrevista, pero tras ver el guión -similar al de la semana pasada-, optó por ponerse manos a la tarea delante de la pantalla de su ordenador (lo cual he de reconocer que me ha facilitado mucho la labor…). A pesar de todo, nos juntamos y matizamos algunas cuestiones, pero el trabajo ya estaba hecho…
Me sugiere una foto de un comedor atestado de niñ@s, así que os dejo con ésta, de principios del siglo pasado, que también nos habla de una historia… (aprovecho y os recomiendo que os deis una vuelta si no lo habéis hecho ya por el recorrido histórico que está repasando Isabel Rubio en Maynet, cuya última entrada hasta la fecha de hoy -e inspiradora en parte de la foto escogida- es ésta sobre los primeros hospitales infantiles).
¿Puedes contarnos cuánto tiempo llevas trabajando en el Centro y cuál es tu experiencia profesional previa?
Comencé a trabajar en el centro en el año 2006, concretamente en octubre, en el puente del Pilar, ya que para nosotras – hablo en femenino porque casi todas somos mujeres – los festivos si te toca, se trabajan.
Me formé en la Universidad de Deusto, primero me diplome en Educación Social y luego me licencié en Psicopedagogía. Mi experiencia anterior a trabajar en el centro, era prácticamente nula; hice las prácticas en un centro para toxicómanos y en una escuela pública en el área de NEE (Necesidades Educativas Especiales), niños con Down, retraso mental y madurativo, psicosis…
Me sacaba unos eurillos trabajando en hostelería – muy duro por cierto – y dando clases particulares a la vez que estudiaba.
Cuéntanos algo del centro, ¿cuál es su historia o, más en general, de los centros de menores?
Por mucho que se intente que sea como un hogar para los chavales, la rigidez de horarios, el ratio de niñ@/educadora, el número elevado de niñ@s para realizar actividades… hacen que no sea un hogar al uso, a pesar de cubrir sus necesidades, y lo más importante, darles cariño, atención, y saber ponerles límites y normas. Queda poco tiempo para las actividades lúdicas y los juegos cuando estás centrada en cubrir otras necesidades básicas.
Los centros de menores han existido desde “siempre”, el nombre que le otorgamos ha ido variando con el tiempo, la gestión también; antiguamente eran las hermanas las encargadas de sacar adelante estos centros-, hoy en día se gestionan en su gran mayoría con dinero público, aunque el personal directivo siga ligado a la iglesia. La rigidez de las normas y el día a día del centro también han evolucionado al son de la sociedad. Quizá, lo que todavía se ha quedado obsoleto, sean las miradas de la gente cuando te ven entrando o saliendo del centro o un domingo en el parque con un grupo de niñ@s.
¿Cuál es la composición del equipo? ¿Cómo os distribuís el trabajo?
El equipo tiene una cabeza visible, es religiosa y vive en el hogar con los menores, ella solamente toma decisiones relevantes y delega en las educadoras el día a día en el piso. El equipo lo formamos 8 educadoras jóvenes, personal de limpieza y otras labores.
Se trabaja de mañana, de tarde, de noche, de fin de semana a 12 horas, y de refuerzo. Todas no tenemos los mismos turnos, ya que trabajamos como educadoras e integradoras, aunque las diferencias en cuanto a tareas son mínimas, si se notan en los horarios (las educadoras no hacen noches, por ejemplo) y en el sueldo. Se trabaja a gusto con el grupo, que siempre aboga por el bien de los menores, e incluso nos ofrecemos fuera de horario para poder realizar actividades (como ir al Parque Infantil de Navidad), ya que con dos personas por turno y una media de 10 menores, sería imposible.
En lo referente al reparto de tareas no hay nada estipulado, según con la compañera que compartas turno ya sabes cómo se funciona, si llevas la voz cantante, lo que le gusta y lo que no le gusta hacer, … las tareas son las propias de un hogar con “muchos hijos”, desde hacer deberes, dar la cena , acostar, preparar ropa, jugar, llevar y traer del cole, lavar dientes… y otras más propias de un centro de menores tales como supervisar visitas, acudir a puntos de encuentro…
¿Podrías relatarnos cómo transcurre un día típico?
Voy a intentar relatar un día normal en casa, pero eso de normal es un decir, porque con los niñ@s ¡cada día es una sorpresa! Desde con qué humor se levanten hasta las pocas/muchas ganas que tengan de irse a dormir, el día puede dar un giro de 180º. Hay días que llegas a casa destrozada tanto física como mentalmente, y otros en los que realmente has disfrutado del y con el grupo. La educadora, un día de cole, se despierta sobre las 07:00, prepara los desayunos y a las 07:30 despierta a los críos; los hay remolones, otros que se levantan de mal humor, a los que les cuesta desayunar… ¡pero tampoco es más critica la situación que en cualquier otra familia! Seguido lavamos dientes, aseamos, vestimos y peinamos. Después de todo esto, ven los dibujos unos 15 minutos aproximadamente (entre piques y peleas), -es el único rato del día en que ven la tele, ¡y tampoco la echan de menos!- ponemos chamarras, cogemos mochilas y vamos al autobús que nos recoge en casa para llevarnos al cole. En el cole pasan casi todo el día, desde las 9:00 a las 16:30: comen allí. Mientras, la educadora se queda en casa con los niñ@s que no van al cole por diferentes motivos (bebés, nuevos ingresos, los que se ponen malitos…); si no se diera esta circunstancia, se dedicaría el turno a realizar informes, preparar ropa, entrevistas en el cole…
Por la tarde llegan con hambre, meriendan, juegan un rato, hacemos deberes, tienen visitas o punto de encuentro, logopedas, psicomotricidad… se les ducha (hay una persona encargada de esto diariamente), se cena y a la cama. Se les acuesta sobre las 20:15, con suerte a las 21h ya estarán dormidos… Hasta terminar el turno se escriben incidencias, se prepara ropa para el día siguiente, almuerzos para el cole, etc. En el turno de noche sólo hay una persona, tiene habitación y cama, generalmente se duerme bastante bien (no podemos obviar el quiero pis y el quiero agua, algo lógico a estas edades). La cosa cambia si hay algún crío enfermo -que no suele ser en singular-, ya que los virus se propagan a velocidades de vértigo, medicación, control…
Los fines de semana las cosas cambian un poco, el horario se vuelve menos rígido, ven después de cenar una peli de dibujos, algunos salen de fin de semana, reciben visitas, y los parques de alrededor del centro se llenan con nuestros niñ@s. Por cierto, no se relacionan apenas con el resto a pesar de que están en edad de ello.
Básicamente, así es el día a día, pero me reitero, los días cambian mucho en función del estado del grupo y también de las expectativas de quienes lo dirigen.
¿Podría hablarse de algún perfil concreto de l@s menores del centro?
El perfil de l@s usuari@s está muy diversificado, nosotras acogemos a menores de 0-5 años, pero hay otros grupos dentro del centro. El sexo no es relevante, acuden ambos en número bastante similar. Lo que sí destacaría es la madurez de las mujeres con respecto a los varones de la misma edad, reflejada en el cuidado de sus semejantes, ejecutan tareas de adulto a través del juego, tienen un vocabulario más evolucionado…
¿Qué circunstancias l@s llevan al centro?
Los menores llegan al centro por medio de Diputación; los casos son seguidos por las asistentas sociales, la voz de alarma viene dada por diversas fuentes; la escuela, l@s vecin@s, denuncias, e incluso alguien de la propia familia que ve que la situación es insostenible. No tengo muy claro lo que sucede por el camino antes del aterrizaje en el centro, pero me consta que no es algo estandarizado. Mientras los menores están en el centro el caso se va revisando, se realizan entrevistas con las partes (menores y adultos), se certifican los avances y/o los retrocesos. Ciertamente, creo que exceptuando los casos graves, se les ayuda a las familias a reconducir sus vidas para que puedan volver los menores al hogar, pero pocos lo consiguen: de hecho, tengo constancia de menores reincidentes en el centro. Desconozco de qué depende el tiempo de permanencia, pero hay casos que se solucionan en un periodo breve de tiempo (varios meses) ,-la resolución puede ser el acogimiento o la vuelta con la familia-, y otros que llevan muchos años y el único final que se atisba es el que lo calificará como niñ@ de centro. La última palabra en los casos de acogimiento y retiradas de tutela/patria potestad la tiene la autoridad jurídica, el juez.
Me gustaría añadir que, en muchas familias, se ofrecen los abuel@s, ti@s… para hacerse cargo de los menores antes de irse con una familia ajena; las asistentas estudian cada caso y certifican o no su viabilidad.
Me consta que las adopciones se dan en casos contados, y deduzco, no lo sé a ciencia cierta, que esto ocurre por la dificultad de retirar la patria potestad a los progenitores, que sólo ellos la ostentan, a diferencia de la tutela, que la puede poseer cualquiera. Sí que se dan casos de acogidas temporales que terminan convirtiéndose en indefinidas hasta la mayoría de edad.
¿Cómo valoras la convivencia –en lo positivo y en lo negativo- entre los menores y con vosotras –educadoras, resto del personal-?
La convivencia entre los menores es un sobrevivir diario con respecto a sus iguales, cada uno se impone a su semejante con sus armas (veteranía, terquedad, bondad, conformismo, mano larga…), pero se quieren, pasan muchas horas juntos, se preocupan cuando alguno está enfermo, cuando se ha ido a pasar fuera el fin de semana… La convivencia es dura tanto para los adultos como para los niños, pero conociéndonos, aceptándonos, respetándonos, acatando las normas, conociendo los límites, y dando y recibiendo atención y cariño, puede ser más sencillo de lo que parece; con el hándicap de no olvidarnos de lo que est@s pequeños seres han tenido que presenciar y vivir a pesar de sus cortas edades. Es esto mismo lo que muchas veces te ayuda a comprender el porqué de sus actos, pensamientos y actitudes.
¿Mantenéis algún tipo de relación con las familias? En caso afrimativo, ¿cómo la valoras?
Se conoce a las familias por el trato personal que se crea, y además, por los informes que se reciben al ingresar el menor en el centro. Esto puede ser un arma de doble filo, ya que podemos crear una imagen distorsionada de la realidad, pero si soy sincera, la mayoría de las veces ambas imágenes coinciden. Las familias, sobre todo al principio, nos miran con recelo y cierta antipatía, nos consideran las ladronas de sus vástagos, hasta que con el tiempo se dan cuenta de que sus hij@s están en nuestras manos, que la educación que reciben los menores es la que nosotras les estamos dando, que somos nosotras las que estamos formando a estos niñ@s a nuestra imagen y semejanza, y sinceramente, creo que eso les gusta. También hay familias que dan problemas, que están siempre a la defensiva y buscando guerra donde no la hay, pero éstas son las menos.
Mi valoración es positiva, creo que es importante conocer a las familias para poder llegar a conocer bien a los menores.
¿Y con otras instituciones, escolar, sanitaria…?
La experiencia que tenemos en la relación con otras instituciones se puede calificar en general como positiva. El trato con las visitas continuadas, bien al colegio o al centro de salud, se traduce en un conocimiento por parte de los profesionales de la situación de los menores, lo cual les facilita y les ayuda a comprender muchas cosas que de otra manera serían difíciles de entender. Aunque, como todo en esta vida, también nos hemos encontrado con personas a las que les cuesta entender las diferencias, pero son las menos. Porque seamos realistas, los menores provienen de familias desestructuradas, de presenciar y vivir en sus propias carnes situaciones y actos que no se pueden encajar, ya no sólo a estas edades, sino nunca; y si lo intentan, la realidad quedará distorsionada en sus cabecitas para siempre, o con un poco de suerte, quedará dormido en el subconsciente hasta que un buen día toda esa mierda decida salir.
¿Alguna otra cuestión que te gustaría remarcar y no te haya planteado hasta ahora?
Bueno, a modo de despedida, aclarar que todo lo expresado anteriormente, forma parte de una opinión personal y totalmente subjetiva, madurada durante los años que he formado parte de este proyecto, siendo una actriz más de esta película que no me hubiera gustado interpretar, ya que esto significaría que la infancia es feliz, pero por desgracia, esto sólo es un apartado más que tienen que vivir algunos escogidos -sin ellos quererlo-; estos escogidos formarán parte de la sociedad del mañana, y en nuestras manos está ayudarles a ser personas, eso, sobre todo personas, cosa que muchos de sus progenitores olvidaron algún día ser.
Finalizo con la pregunta con la que comencé la entrevista, ¿es este un empleo más?, o ¿es una responsabilidad intrínseca con la que te vas a tu casa tras tu jornada laboral y aprendes a convivir con ella? A pesar de todo, es un trabajo muy gratificante, la sonrisa y el abrazo de un niñ@ es algo que nunca tendrá precio.
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