Todo para la vida, nada para la muerte… Gabon, buenas noches; a Mª Carmen, in memoriam 😦
Este tweet de anteayer publicado también en Facebook provocó una pregunta de Nieves y una explicación por mi parte. Nieves me lanzó un guante (tras leer e ¿intuir? algo en el resumen de la semana pasada) que recojo en estas líneas. Hago un parón y aplazo el resumen semanal para despedir como se merece a un ser querido que nos ha dejado un par de días antes de escribir esta entrada.
Conocía a Mari Carmen realizando mi primera sustitución al acabar la especialidad, de forma más bien fugaz. Dos años y medio después me incorporé a esa misma plaza. Fue una interinidad de 2 años y medio.
Enfermera de la vieja escuela, formada en un gran hospital madrileño y que había aprendido a manejar muchas cosas, entre ellas las quemaduras como nadie (qué paciencia y tesón con aquella niña de cerca de 10 años con una pierna escaldada y que precisó injertos de piel y curas durante muchos meses).
Impulsora en los años 80 de la Atención Primaria, modelo en el que seguía creyendo a pesar de los pesares.
Enfermera de la vieja escuela, peleada con los avances tecnológicos, sobre todo cuando los percibía y experimentaba como enemigos de lo fundamental, la relación con l@s niñ@s y sus familias y una atención más humana e integral.
Pasaba tiempo escuchando preocupaciones, acompañando y aliviando agobios (sobre todo de las madres primerizas, de esas a las que el mundo y la teta en muchas ocasiones se les cae encima, de las que una grieta se les convierte en un volcán…). Y eso casaba mal con unas agendas rígidas y masificadas, lo que le costó (y nos costó en calidad de miniequipo de trabajo) la condena a cierto ostracismo hasta extremos cercanos a los que Amalia nos relataba recientemente en su blog. Por eso agradeció enormemente ver empleadas las herramientas informáticas que habitualmente se usan para el control de agendas y actividades de l@s profesionales, esas mismas herramientas que a menudo la sacaban de sí, usadas para reconocer el volumen de trabajo realizado.
Yo marché para la plaza actual y ella cogió la baja: le acababan de diagnosticar un cáncer de mama. Algún tiempo después quedamos para comer (tenía ganas de ver al enano) . Más tarde hemos mantenido contacto telefónico más o menos estrecho. El tratamiento le había ido razonablemente bien y su estado de ánimo así lo demostraba.
Teníamos una cita para comer aplazada desde antes de verano («dejaremos pasar las vacaciones de una y de otro…») y el jueves pasado en un curso coincidí con una enfermera de su Centro.
No tenía ni idea, desde agosto las cosas se habían torcido… mucho.
Fui a verla aquella misma tarde al hospital (en el que hice la residencia, pero, claro en un ambiente completamente diferente…), el impacto fue considerable, casi salgo de la habitación por no reconocerla (la quimio, la hinhazón…). Ella me reconoció inmediatamente, se emocionó y compartimos cerca de una hora.
No llegamos a hablar del final, quizás los dos lo dábamos por sentado y estábamos ahorrando el dolor de la despedida.
Nunca había pasado una semana consultando diariamente las esquelas… Anteayer recibí un correo desde el Centro de Salud comunicándome su fallecimiento. He sabido después que con una gran paz y aceptación.
Me he quedado pensando en lo que sabía de su vida y me he dado cuenta de qué poco sabía de otras cosas… soltera, sin hijos, una hermana viviendo en Madrid (casada, creo) y una madre en una residencia, prácticamente a su cargo. Soñañdo y luchando por una Iglesia muy distinta a la que vemos a menudo en los medios de comunicación. Nunca hablamos (no sé si debíamos hacerlo, tal vez no) de si algún día soñó con formar una familia, de si se truncó… Pero sé que intuyó muchas veces los dolores de una paternidad que estrené trabjando con ella…
Eso daba a entender la semana pasada cuando decía que somos una especialidad que generalmente vemos más la risa que otras (en Primaria más que en Urgencias) y lo poco que -no sé si es afortunadamente o todo lo contrario- me ha tocado conocer de cerca el proceso de la muerte…
Hola, Rubén
Gracias por este post tan emotivo. Seguro que a Mari Carmen le hubiera encantado. Aunque no hablarais de la muerte, es probable que tu visita le hiciera mucho más sencillo el camino. Descanse en paz.
Un abrazo.
Un abrazo.
Gracias, Amalia y Nieves, por vuestras palabras y ánimo.
Hola, Rubén: Que ilusión verte, pero a la vez que gran tristeza verte en el lugar que nos volvimos a encontrar. Mari Carmen fue feliz, yo la conocí igual que tú, en el ambula, pero luego coincidí mucho con ella en la resi donde sigue estando su ama, porque mi suegro (hasta fallecer) estaba en la resi, y nos juntábamos varias tardes a la semana para estar con los ancianos y hacerles reír.
Una gran persona. Una gran pérdida.
No hay que estar tristes por la pérdida, sino alegres por haberla conocido.
Un abrazo y hasta otro momento que espero sea más alegre.
Musu handi bat eta horrela segi.
Zori
Son las cosas que tienen esos encuentros… rápidos, fugaces y con un tono de tristeza grande.
Lloramos por quien se va y, quizás sobre todo, por quienes nos quedamos.
Besarkada eta musu handi bat, eskerrik asko hemendik pasatzeagatik.
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