El partido de la vida

Voy a tener que rendirme a la evidencia que va apuntando en estas últimas semanas cada vez con mayor claridad que los resúmenes semanales en viernes en esta época de mayor demanda en consulta se están volviendo simplemente inviables, así que cada vez va tomando más cuerpo la opción del traslado al fin de semana, siguiendo las recomendaciones de Miguel. Muy probablemente, el día elegido sea el sábado… así que espero ofreceros el primer resumen de sábado mañana mismo… Estad atent@s a vuestras pantallas.

La revista FAMIPED hizo su puesta de largo en este blog hace algo más de un par de meses con la entrada Dos años en Pikhana… (Calcuta), en FAMIPED.

Acaba de publicarse el número 4 del volumen 3. Como en ocasiones previas, la cantidad de artículos que pueden resultar interesantes es notable. Cito a modo de ejemplo algunos sobre juegos y juguetes,  las mentiras piadosas en circunstancias complicadas, o la iniciativa De aquí no pasas para la seguridad de adolescentes en Internet.

Pero, evidentemente, la mirada principal de quien escribe va para la reseña a la situación en Haití por un lado y el artículo Deambulando por el mundo sobre la realidad de l@s menores extranjeros no acompañad@s (MENAS, por sus siglas; resuena con fuerza en mi interior al leerlo lo compartido con La reina de Saba), escrito por el educador Andrés Esteban, del que extraigo algunas ideas:

Los MENAS (menores extranjeros no acompañados) son esos jóvenes, a veces niños, que, atraídos por los brillos y apariencias de nuestra sociedad, e impulsados por la escasez y miseria de la suya, emigran buscando una vida mejor; a veces, tan sólo vida.

Aquí en España, suelen proceder de países africanos (…). Son conscientes de que en casa hay demasiadas bocas que alimentar, y el intentar llegar al “paraíso” y enviar dinero a casa se convierte en una tentación y un reto. Luego vienen las noches en camiones, barcos, pateras, bajos de autobuses…Cualquier medio es válido con tal de llegar al destino final.

(…)

En este proceso están acompañados por educadores que apoyan el desarrollo de su de adaptación. Sufren enormes cambios a todos los niveles (cultural, social, sanitario…): vienen a otro mundo y saber descubrirlo y adaptarse es esencial para poder seguir sobreviviendo. Este es su reto principal y en él ponen todas sus energías

Los jóvenes vienen cada vez con menos edad para poder aprovechar la formación académica y profesional gratuita en nuestros países. Eso supone también que habrá más tiempo para trabajar con ellos, en un proceso de desarrollo integral de su persona (…).

Su tendencia a vincularse a los profesionales educativos, sanitarios o sociales que les tratan bien es importante ya que, en general, no tienen referentes sociales ni afectivos, sino que los van haciendo en su caminar por nuestra sociedad. De ahí la importancia que tenemos las personas que somos referentes para ellos en cualquiera de estos ámbitos:

(…) en general, todas las personas que consideran que este mundo es de todos, que el haber nacido aquí o allí no debe condenarte de por vida y que las sociedades multiculturales pueden ser ricas y felices.

Por ello, el proceso de la acogida e integración de estos MENAS es un reto colectivo, del conjunto de la sociedad, que pasa de una manera especial por los profesionales que tratamos con ellos; reto que transciende lo individual y el presente y se proyecta con fuerza en el modelo de sociedad que queremos y en el futuro. Pues estos MENAS de hoy, auténticos niños obligados a crecer rápido, son los hombres y mujeres de mañana, que, estén aquí o en otro país, proyectarán lo que han vivido y recibido en esa sociedad que construyan. De ahí nuestra responsabilidad.

El mismo artículo recoge un relato, El partido de la vida, que reproduzco íntegro a continuación:

Hicham está sentado en el banquillo de los suplentes de su equipo de fútbol; observa inquieto el juego de su equipo. Acaba de comenzar la segunda parte y continúa el empate a cero. Sólo van cinco minutos; todavía le queda un rato hasta que salte a jugar. Está impaciente.

El polvo que se levanta y el fuerte sol que cae le hacen recordar el calor de su tierra, esa de la que salió hace ya un año y medio; le viene a la memoria cuando jugaba en aquel campo de tierra, y piedras, en su añorado pueblo.

Y recuerda a su madre, siempre trabajando, y a su padre, tantas veces ausente, y a sus queridos hermanos, compañeros de juegos. ¡Cuánto le costó tomar la decisión de salir en dirección a España! Pero no había mucha opción; la pequeña empresa de construcción de su padre no daba para seis hermanos, y, además, estaba la experiencia de su hermano mayor en España, que no había sido negativa.

Se le acumulan la imágenes del pasado: la separación de sus hermanos pequeños, los lloros; las penurias pasadas en el trayecto, salvadas junto a Abdellah, su auténtico hermano de correrías; la llegada a Tánger para de allí pasar a España; el hueco en el autobús; la salida del ferry hasta la explanada de autobuses de Algeciras. ¡Ese día hubo suerte! La policía no dirigió la atención a ese autobús; los perros no registraron, como en su día le paso a Osazuwa, otro amigo al que deportaron cuando ya estaba en España.

“¡Hicham¡” La voz de su entrenador llamándole le saca de sus recuerdos. “¡Sal a calentar¡”. Se le ha pasado el rato sin darse cuenta. Aunque ya sabía que saldría cuando faltasen unos treinta minutos, que es lo que suele jugar, obligado por su enfermedad, la anemia drepanocítica, como dicen los médicos.

Éste fue otro de los motivos por los que vino a España: sabía que su salud era frágil y que aquí podía ser mejor atendido, sin revivir el horror de las heridas en la tripa que le hicieron en su pueblo y le han dejado cicatrices para toda la vida.

Y, mientras empieza a realizar sus ejercicios de calentamiento, recuerda su entrada en el Centro de Menores, su primera relación con los educadores, que pasó de la desconfianza al cariño, especialmente con los de la residencia donde vive desde hace unos meses; también su pediatra, que para él (junto con la trabajadora social), es la tabla de salvación al tener que estar permanentemente pendiente de sus complicaciones de salud.

Mientras estira sus músculos se siente afortunado, por sus educadores, por su residencia, por tener los papeles en regla…¡Es el momento de saltar al terreno de juego! Se despoja del cabezal del chándal y con él de los recuerdos; se coloca bien la camiseta y, al estirársela, no puede evitar rozar sus cicatrices. Pero cierra ese álbum de fotos del pasado, mira al compañero al que sustituirá y una sonrisa ilumina su rostro al chocar sus manos y entrar al campo. El partido sigue cero a cero y todavía queda tiempo para ganarlo.

Esperemos ganar entre tod@s el verdadero partido de la vida…

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2 respuestas a El partido de la vida

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