Decíamos ayer que afrontamos el reto constante de emplear mejor las capacidades de nuestro cerebro emocional -intuitivo, social y empático, miedoso, creativo y plástico- en nuestro favor y el de otr@s, para superar obstáculos con pequeñas -o mayores- muestras de empatía, lo que ayudará a crear entornos positivos… y sistematizar la suerte. Trasladado todo ello al terreno de la crianza supone de alguna forma empezar este nuevo curso alejado de cuestiones como el maltrato (que nos tocará, seguro, volver a abordar) para poner el foco en el buen trato a la infancia. Lo hago, además de la referencia bibliográfica de Isabel Rubio en Maynet, con dos textos publicados por Save the children el año pasado, pero que no pierden vigencia y siempre conviene tener presentes:
De la introducción de la Guía sobre parentalidad positiva podemos extraer que esta se basa en tres condiciones: conocer, proteger y dialogar.
- Conocer y entender a los niños y las niñas: cómo sienten, piensan y reaccionan según su etapa de desarrollo.
- Ofrecer seguridad y estabilidad: los niños y las niñas tienen que confiar en sus padres y madres, sentirse protegidos y guiados.
- Optar por la resolución de los problemas de manera positiva: sin recurrir a castigos físicos y humillantes.
Y es que recurrir a gritos, insultos, amenazas, humillaciones, azotes o cachetes causa en los niños y las niñas dolor, tristeza, miedo, soledad, culpabilidad y baja autoestima, y está demostrado que no son eficaces en la educación de los hijos e hijas.
Y para quienes deseen la versión fast guide…
La parentalidad positiva exige paciencia, dedicación y esfuerzo. No siempre es fácil, pero educar en positivo es posible.
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